Cada vez es más común encontrar en los diferentes baños públicos lavabos adaptados para personas con movilidad reducida; aunque, desafortunadamente, esa concienciación no se lleva a pequeños detalles como el equipamiento de la habitación. Un elemento tan simple como un dispensador debe ser previamente estudiada para satisfacer a todos los públicos.

De forma general, los dispensadores para el secado de las manos suelen colocarse a 1,50 metros de distancia del suelo, ofreciendo una altura que hace su uso más cómodo a una persona adulta. ¿Pero qué ocurre con los niños o las personas minusválidas? Esta distancia es demasiado alta para muchos de ellos. De ahí la importancia de reconsiderar una altura que satisfaga a todos los públicos.

Bajando 20 centímetros, es decir a 1,30 metros del suelo, el dispensador, se obtiene que tanto adultos como niños o personas con movilidad reducida, puedan utilizarlos. Además, el hecho de bajar la altura en la instalación de los dispensadores contribuye a hacer más cómodo el trabajo del personal de mantenimiento encargado de la reposición del papel o jabón; convirtiendo la reposición de los consumibles en una tarea más fácil para personas con menos estatura.